Siempre me ha gustado y a la vez sorprendido la figura del Buda que ríe. Lo he encontrado en muchos templos budistas durante mis viajes por Asia. Me ha gustado pues es una figura simpática y divertida y me ha sorprendido al compararla con la iconografía religiosa occidental, tan seria ella, carente de actitudes tan abiertamente divertidas. Este hecho, que puede parecer trivial, es la prueba material de la superioridad de la filosofía oriental sobre la occidental.
La tradición espiritual occidental (judaismo, cristianismo e islamismo), teñida de una solemnidad y una seriedad desproporcionadas, ha mirado siempre con recelo a la risa y la diversión. Lo mismo ha ocurrido con la filosofía occidental con movimientos decididamente nihilistas y pesimistas. Esto no ocurre en la filosofía y la espiritualidad oriental, mucho más optimista y positiva.
Desde mi punto de vista la risa es un rasgo fundamental de un maestro espiritual o cualquier otra persona que haya alcanzado la santidad o iluminación. Jesús y Mahoma estoy seguro que debían estar riéndose constantemente aunque siempre nos los presenten tan adustos. Y es que reírse es estar en el aquí y ahora. No te puedes reír sin estar presente.
Nuestra cultura judeocristiana, tan imbuida de culpa y sufrimiento, está profundamente equivocada. El mundo es belleza, la vida es goce y debemos saborear cada segundo adoptando una actitud epicúrea hacia la existencia.
La risa es el mejor remedio contra el ego. Para sobrevivir hay que darse cuenta de la gran Broma.
Nietzsche, tan lúcido a menudo, nos exhortaba a aprender a reír. Reír es el secreto. No hay más
“Esta corona del riente, esta corona de rosas -¡os la arrojo a vosotros, hermanos! He santificado la risa: hombres superiores, ¡aprended a reír!”
(F. Nietzsche: “Así habló Zaratustra”)
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